La enseñanza online podría modernizar la educación superior,
pero muchas universidades todavía se le resisten.
Cuando los cursos online masivos y abiertos (MOOC, Massive
Open Online Course) comenzaron a expandirse, hace tres años, hubo mucha
preocupación de que destruirían las universidades tradicionales.
Pero eso no está ocurriendo. “Estamos haciendo un mejor
trabajo en mejorar las competencias laborales que en transformar el sector
universitario”, señala Rick Levin, expresidente de la Universidad de Yale y
actual CEO de la mayor proveedora de MOOC , Coursera.
Esta tecnología está abaratando la educación y haciéndola
más práctica y efectiva para quienes tienen menor oportunidad de acceso a la
educación superior.
La estadounidense University of the People (Universidad de
la Gente), ubicada en Pasadena, California, que solo dicta clases online,
ofrece carreras a estudiantes de todo el mundo a un costo total de US$ 4,000 y
otorga becas a quienes no cuentan con los recursos suficientes. Comenzó el 2009
y fue acreditada el año pasado.
La practicidad de los estudios online los hace especialmente
adecuados para la gente que trabaja. Según Phil Regier, decano de la facultad
online de la Universidad Estatal de Arizona (ASU, por sus siglas en inglés), el
mercado para las carreras vía Internet en Estados Unidos está conformado por
los 30 millones de personas entre 25 y 40 años que dejaron la universidad.
Las universidades con fines de lucro son también proveedores
importantes de educación para adultos y cada vez se apoyan más en las
herramientas disponibles en Internet. Por ejemplo, el 94% de los 42,000 alumnos
de la estadounidense Kaplan University sigue sus estudios online.
Derek Bok, expresidente de la Universidad de Harvard , se
siente optimista pues sostiene que las computadoras pueden hacer que la
enseñanza sea más efectiva: “Gradualmente, la tecnología está haciendo que un
buen número de catedráticos reexamine cómo dicta sus clases, alejándose de la
manera pasiva de aprendizaje y acercándose a una más activa e interesante”.
La Universidad Carnegie Mellon desarrolló un curso
introductorio de estadística en el cual los catedráticos dictan por menos de la
mitad del tiempo, en comparación con el modelo tradicional, y los alumnos
dedican más de la mitad de su tiempo en una computadora programada para
ayudarles si se atascan en algún tema. Solo cuando el alumno ha logrado superar
esa parte del curso, avanza a la siguiente.
William G. Bowen, expresidente de la Universidad de
Princeton, testeó tales cursos en varias universidades y halló que los alumnos
aprenden tanto que con la enseñanza convencional en un tiempo 75% menor y con
costos reducidos entre 19% y 57%.
Compañías como Kaplan, Apollo y Pearson están invirtiendo en
tecnología educativa, lo mismo que buena cantidad de startups.
Kevin Carey, autor de “The End of College” (“El fin de la
universidad”), cree que las “acreditaciones” electrónicas que están siendo
creadas por ciertas startups y que prueban que su poseedor ha obtenido una
calificación particular (a un costo relativamente bajo), terminará por socavar
la educación universitaria tradicional (y cara). Pero hasta ahora la tecnología
educativa apenas si le ha hecho mella.
Un motivo es que las universidades temen menoscabar el valor
de sus diplomas de graduación. Por ende, los certificados que los estudiantes
obtienen por completar sus MOOC, en general, no cuentan como grados académicos
y, en consecuencia, no es probable que hagan mucha diferencia en sus
remuneraciones.
Además, los grados universitarios online tienden a tener un
precio elevado, de modo que no son competencia para los tradicionales: en ASU
cuestan US$ 60,000, comparados con los US$ 40,000 de los títulos basados en la
educación presencial, para los alumnos que residen en Arizona y US$ 80,000 para
los que viven en otro lugar. Eso significa que no han contribuido con reducir
los costos.
La resistencia del profesorado también ralentiza la adopción
de la nueva tecnología. Cuando se solicitó a los académicos de la Universidad
Estatal de San José (perteneciente al sistema de la Universidad Estatal de
California) que dictasen un curso sobre justicia social creado por el
catedrático de Harvard Michael Sandel para la MOOC EdX, se rehusaron.La razón
que esgrimieron fue que tales avances amenazaban con “reemplazar a los
catedráticos, desmantelar las facultades y proveer una educación de calidad
inferior a los estudiantes de las universidades públicas”. Protestas similares
se han escuchado en todo el país, de modo que por ahora, los intereses de los académicos
están prevaleciendo sobre los de los estudiantes.
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